Km 0. Suena el pistoletazo de salida. Oscar y yo salimos mezclados entre la multitud. Un gentío apretado en la salida nos arropa con los nervios, la alegría y las ganas de empezar habituales. Un viento gélido debía recorrer las calles de Albacete, pero entre tanta gente, tanto calor humano, empezábamos a sudar. Dispuestos a afrontar el choque térmico de un mayo que marcea comenzamos a calentar extremidades con pequeños saltitos y frotamientos (cada uno los suyos, claro). Los primeros corredores van saliendo y observamos cómo lo que era una multitud apretada no acaba de estirarse. Cronómetro en marcha y vueltecita al parque para volver a pasar por meta. Alegría y animación. No hay choque térmico, era una broma. Nos adentramos en la primera avenida. Una suave brisa nos saluda entre las sombras de los edificios. Las chicas nos animan y hacen fotos. Pasamos por delante de la diputación y su verja acribillada por los odios y la sinrazón de una guerra (dato cortesía de Rubén. Nuestro guía de la tarde anterior). Dejamos atrás el callejón del Hotel "caga y vete" donde nos hospedamos y nos disponemos a subir una de las dos rampitas que rompen el perfil especialmente llano de esta carrera apta para hacer marca.

Continuamos alegres, corre que te corre, hasta el primer avituallamiento donde la brisa ya se apartó para dejar que el calor terminase por alejar cualquier sospecha gélida de un mayo que ciertamente juliea. ¡Uf, menos mal que en el último momento dejé los guantes, la braga y el gorro en la mochila! Me empezaba a sobrar hasta la piel, asi que botella que agarraba, duchita que me daba entre sorbo, atragantamiento y sorbo.

Km 5. Seguimos alegres saludando en el vuelta y vuelta de las calles con retorno. De pronto, Oscar me comenta: - ¡por ahí delante va uno de mi pueblo! Entiendo. Hay que darle alcance y abordarle a lo "*********" (expresión cortesía también de Rubén que dejo en suspenso por tener copyright), es decir, a la manera en que siempre se han tratado dos vecinos en eterna rivalidad, solo que esta vez un simple adelanto en carrera sustituye a las entrañables disputas sobre el huerto o la hacienda.
- ¡Pasa delante! me señala Oscar cuando ya estábamos casi a su altura. Al esfuerzo que ya estaba haciendo sumé este último y así, mientras el aturdido objetivo se quedaba contemplando la veggiseta que llevaba delante, su paisano, Oscar, aprovechaba para sorprenderle con un "che chaval" que haría historia entre murmullos y risas de otros vecinos si presentes estuvieran. -¡Tú sigue que ya te pillaré, ya! Así se despedían en clara similitud a lo que ocurriría, si de otros tiempos más rurales hablásemos, entre los tomates de uno y los pepinos del otro.

Km 8. Hasta las narices de correr. Demasiado pronto, sí, pero el sobresfuerzo y el calor estaban pasándome factura unos cuantos kms antes de lo habitual. No me gusta correr cansado, la verdad. Puede dolerme el culete, puede salirme alguna incómoda ampolla o puedo correr contusionado por una torpe caída. Pero lo de correr cansado es un incordio, he de reconocer. Dejé marchar a Oscar que seguía exultante con su proeza y seguí a mi acalorado ritmo.

Km 12. Increíble pero cierto. Todavía estaba en el km 12 porque el calor parecía dilatar hasta las distancias. Ya no había apenas sombra ni brisa. Se fueron de fiesta con el viento gélido a otra parte y nos dejaron aquí, a solas, con un asfalto recalentado y unas zapatillas que de tanto chorreo sobre la cabeza acabaron empapadas.

Km 15. Observo que Miguel me intenta dar alcance y le dejo hacer...... mentira, se ganó el ponerse a mi altura por derecho y méritos propios. Le sugiero que siga, que va bien, pero se queja de los gemelos. Seguimos entonces a la par. Yo cobijándole con mi sombra y él animándome con su presencia y cadencia. Me indica que tire pero me lo tomo con tranquilidad para cruzar juntos la meta, algo que no había hecho con nadie del equipo hasta esta carrera. Cumplimos con los últimos kilómetros y avanzamos por la cuestecilla del parque con ligereza pensando que al final a la izquierda estaba esperándonos la meta.

Km 21. La entrada la hicimos manos arriba alto esto es un atraco. Los jueces confundidos nos prestaron el registro de llegada y nos acercaron el podio hasta que se dieron cuenta de que quienes levantábamos las manos éramos nosotros por aquello de celebrar otro reto cumplido.
Lo mejor del calor: las rodajas de sandía que nos refrescaron después y que la organización encargó a la salida retirando así el chocolate caliente previsto para un mayo ausente.

Y esto ha sido la carrera. Podría enrollarme más pero igual hay que dejar espacio a otras crónicas, así que nada. Me queda agradecer a nuestros anfitriones la acogida y expresar mi satisfacción por conocer a más corredores del equipo que por derecho y mérito propio me merecía.... digo, nos merecíamos.
Nota: la secuencia de kilómetros es solo orientativa