Primera carrera de montaña oficial (80% - 20%) y a la vez minimalista. Caldes es un pueblo que conozco, y no sólo por sus balnearios, y me apetecía probar las fivefingers en un recorrido a priori no muy exigente, rodeado de naturaleza. Los días previos presagiaban lluvia, un factor con el que aún no había enfrentamientos, y menos en una pista boscosa, con charcos y posibles barrizales.
Por suerte hizo un día espléndido, y esta vez, precavido, sí que llevaba las gafas de sol. Caliento y estiro, subidas y bajadas por el pueblo, el terreno del parc de Can Rius, donde se concentran los estands y la salida. Somos 378 inscritos, unos 50 compitiendo en categoría minimalista. Sobresale un nutrido grupo de los atletas locales, Club Atlètic Calderí, con equipación negra, y que seguro que se saben el circuito de memoria.
Por lo que yo sé, habrá unos 6k de subida no muy pronunciada, donde salvar unos 400 m de desnivel, y luego bajar hasta el punto de partida, cruzando el casco antiguo y la famosa Font del Lleó, agua caliente gratis todo el año.
Un disparo de confetti abre la estampida por las calles empedradas, un poco al estilo San Fermín, bromean algunos, y desde los balcones ciertas doñas madrugadoras nos desean suerte y nos "animan" al comentar que todavía queda un buen trecho hasta la Font del Dimoni.
Nos adentramos por un sendero que se estrecha y empina progresivamente, rodeados de robles y encinas. Formaremos una fila india que zigzaguea, evitando el socavón central que dejan las riadas en algún tramo, más pedregosos y bacheados que los laterales. Los adelantamientos serán a cuentagotas en el ascenso, pero inconscientemente miro las gomas a mi alrededor: Merrell, algunas fivefingers, y ¡oh! huaraches. Me emparejo con uno de estos valientes unos minutos, y al final no me aguanta la subida. Llevo un ritmo alto para mí, resoplo con la esperanza de refrescarme en el segundo avituallamiento y descender con el trabajo duro ya hecho.
En el k7 vemos una bella panorámica de los cerros y valles de la comarca. El sol castiga lo suyo, aunque por suerte nos internamos de nuevo en el bosque, ahora cuesta abajo.
Me propongo como juego adelantar a cuantos vea con minimalistas, y pronto dará igual: la bajada se convierte en una montaña rusa sin frenos, por la que me dejo caer con alegría. Los pedorolos y desniveles dan un poco de vértigo; no importa, las piernas van solas y los que perciben el galope que se avecina despejan pista sorprendidos, es una gozada dar brincos y sentirse ligero, servirse de la gravedad a favor.
Al salir del sombraje queda voltear el pueblo por asfalto llano. Por delande hay un corredor con Merrell que reconozco por su camiseta negra, y aún guardo ritmo para apretar un poco, si bien estoy un tanto desubicado de cuánto falta para meta. Lo adelanto y aguanto, aunque ya será tarde para esprintar, el arco aparece a la vuelta de la esquina.
Poco más de 49' en una carrera divertida y bien organizada. Rehidratación, y, al igual que antes hiciéramos con troncos, rocas y raíces, sorteamos el bocata de butifarra y aparcamos en una mesa repleta de frutas del tiempo, que nos acoje para desayunar. Ahí coincido con un colega vegetariano, Fabio Lisboa, de los "barefools", también simpatizante en los foros veguirraneros. Otro corredor nos comenta que lo ha pasado mal con sus huaraches -lo que atestiguan sus pies hinchados y polvorientos- y luego averiguo que está entre los ganadores, con 39'...
Curioseo en la paradita de Merrell, estiro en la cola para un masaje, y luego espero con paciencia en pos de un sorteo de regalos varios, caótico y gracioso, pues la mitad de los atletas está desperdigada y no acuden al podio, se saca número tras número y ¡tachán!, suena la flauta y recibo un kit para confeccionar mis propias cherokies. Qué más se puede pedir para iniciarse en montaña. En el panel estoy el 80 en la general, 30 en veteranos y 11 en minimalistas. Así que el año que viene repito (y si puede ser con balneario incluido) os lo recomiendo.
