Edu y Silvia son senderistas. De Valladolid.

Una vez les pregunté dónde solían entrenar en Valladolid y me dijeron que en Valladolid, Valladolid, no se puede entrenar montaña porque no hay desniveles significativos.

De todas formas, cada año se lían la manta a la cabeza y se pierden durante una temporada por aquellos lugares más allá de los 2000 metros sobre el nivel del mar, donde reina la naturaleza y no existen apenas signos de civilización, y por donde se mueven como pez en el agua.

Aprovechando que han “publicado” la aventura que hicieron el año pasado cruzando los Pirineos desde el Mediterráneo al Cantábrico “a pata”, con casi 900 kms de distancia y 40.000 metros de desnivel +, (pincha aquí para acceder a la publicación) hemos aprovechado para ver qué nos cuentan.

UDV: Hola Silvia, hola Edu. Buenos días ¿qué representa la montaña para vosotres?

Eduardo: ¡Buenos días! Para nosotros, la montaña significa, sobre todo, desconexión. El estado mental que alcanzas cuando llevas varios días andando con la mochila al hombro es una sensación muy especial; coloca tus prioridades en su sitio y le otorgas a las cosas la importancia que realmente tienen. La montaña significa desconexión de los problemas mundanos y conexión con nuestras necesidades y placeres más básicos. Cuando te alegras porque sale el sol entre las nubes, te das cuenta de lo poco que te importa no tener un buen teléfono móvil. Hasta que vas a hacerle una foto a ese cielo tan bonito y te das cuenta de que tu móvil tiene una cámara birriosa, pero ese es otro tema.

UDV: ¿Y el Pirineo?

Silvia: Son unas montañas especiales. Es como volver a casa.

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UDV: ¿Cómo llega a instalarse en la cabeza de alguien cruzarse los Pirineos andando?

Silvia: Yo tengo una guía de Prames para hacer el GR11 del año 1993. La compré con el sueño de poder recorrer la travesía completa en algún momento, del tirón… Y cuando se dieron las circunstancias favorables para hacerlo, porque nos podíamos permitir el tiempo, dinero y medios para completarlo, no lo dudamos. Tuvimos que hacer muchos cambios sobre esa guía inicial, claro, entre otras cosas porque hemos realizado la ruta sin tienda de campaña, buscando siempre pueblos, refugios guardados o albergues para dormir. En el 93, mi espalda me dejaba hacer cosas que ahora no me apetecen.

UDV: ¿Una anécdota divertida de esta aventura?

Eduardo: Cuando estábamos en el refugio de Malniu empezó a caer una tormenta descomunal de lluvia y granizo. Entró un tipo con su mochila, en pantalón corto, empapado hasta los huesos, sonriendo como si estuviera dando un paseo por el parque. “Buena tormenta te ha pillado”, le dijeron. “No es para tanto”, respondió él. “Yo soy irlandés”. Y así conocimos a Patrick, un tipo fuerte, simpático y mal hablado que nos cayó genial y que durmió en la tienda de campaña que traía porque “hacía buena noche”.

UDV: (Jajaja) Estos irlandeses…

¿Y algún momento en que pensarais “quién me mandaría a mí meterme en este fregao”?

Silvia: Momentos de “a ver si se acaba esto” muchos, pero ninguno en el que pensáramos “no tenía que estar aquí”. Esto, imagino, es como correr una carrera de montaña: En muchos momentos quieres que termine, pero no te arrepientes de estar corriendo.

UDV: ¡Buena comparación!

Lleváis una vida vegana, ¿cómo llegasteis a serlo?

Silvia: Hace algunos años recorrí la Senda de Camille por segunda vez, en esa ocasión yo sola, y en el refugio de Arlet me pusieron de cenar un cus-cus que estaba delicioso. Al volver a casa, me puse a buscar recetas y me topé con la web vegetariana.blogspot, donde leí un relato llamado “de uno en uno” que revolvió algo dentro de mí. Transmite la idea de que no importa si nuestro esfuerzo puede salvar la vida de todos los animales que sufren de forma innecesaria; pero sí cambia la vida de aquellos que salvamos. Para esos individuos, nuestro esfuerzo es importante. A partir de ahí, comencé a ver el mundo de otro modo y me resultó imposible apartar la mirada. Luego encontré el foro vegetariano y la UVE, y vi que podía llevarse una dieta (y una vida) vegana sin ningún problema, que no es nada traumático. Decidí dar el paso y Eduardo me siguió. Y desde entonces.

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UDV: Durante la travesía por los Pirineos ¿cómo os organizasteis para las comidas? ¿Tuvisteis dificultades?

Eduardo: ¿Qué si tuvimos dificultades? ¿Cree en Dios el Papa? Tuvimos, tuvimos. Habíamos preguntado en todos los alojamientos que si tenían algún problema en darnos una cena vegana al hacer la reserva. “Preguntamos”, no “avisamos”, ojo. En todos nos dijeron que sin ningún problema. Pero, al llegar a ellos, en más de la mitad tuvimos que darles ideas a los cocineros porque no sabían qué prepararnos. Esto sucede sobre todo en los alojamientos de zonas turísticas; en los refugios de montaña o los hostales de pueblos menos masificados, suelen ser más profesionales y nos preparaban algo de legumbre o arroz. Pero en los sitios turísticos… Buf. Acabamos medio celiacos de tanto menú infantil, porque la mayoría recurrían a pasta blanca con tomate, cuando no a unas patatas fritas. Y odiamos la palabra “ensaladita”. Porque que te digan, después de una jornada de doce horas y tres comunicaciones previas, como nos pasó en Torla, que “quizá nos podrían preparar una ensaladita para cenar”, sienta como si te clavan un alfiler debajo de una uña, y te pone del mismo mal café.

UDV: Con vuestra experiencia en sobrevivir a las dificultades alimentarias en grandes travesías de montaña ¿Qué recomendáis a otras personas que estén pensando en calzarse unas botas y hacer una ruta montañera?

Silvia: Si van de refugio, que avisen antes de ir de si tienen algún tipo de intolerancia o si son vegetarianos, y que no se olviden de recordarlo nada más llegar… También recomendamos que se lo tomen con calma y sin preocuparse demasiado. Nosotros estuvimos 42 días de “fiesta” en total y no nos pasó nada. Durante el día nos apañábamos con bocadillos de ensalada o de lo que nos pudieran preparar, y el resto lo arreglábamos con barritas, frutos secos, fruta y las cenas. El tema de la proteína en general está sobreestimado.

UDV: Aparte de la Transpirenaica habéis hecho un montón de travesías. ¿Cuál recomendáis y por qué?

Silvia: Todas molan de algún modo y tienen algo especial. Carros, Estanys, Cavalls, la Porta, Siete Sellos, Golondrinas… Y eso sin salirnos de las rutas organizadas con refugios que se pueden encontrar y planificar con facilidad. Todas tienen un aquel, pero yo me quedo con la Senda de Camille, porque es muy variada y tienes paisajes de todo tipo, y con la Alta Ruta de los Perdidos, porque es impresionante. Y cualquier ruta que te puedas montar tú por tu cuenta, claro, porque lo bueno de Pirineos es que te permite planificar muchas rutas circulares de varios días recurriendo a refugios guardados.

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UDV: ¿Qué proyectos quedan por hacer?

Eduardo: Yo quiero recorrer el Camino de Santiago francés del tirón. Silvia quiere hacer el GR10, que es como el GR11 pero por la vertiente francesa, simplificando un poco, y la HRP, la Alta Ruta Pirenaica, que es algo así como recorrer Pirineos muy por arriba. Por pedir que no quede.

UDV: Sois de Valladolid ¿Qué pasa con el “rollo” veggie por allí?

Eduardo: Tenemos muchas peñas taurinas. No, no son gente que se reúnen para beber Red Bull ni otras bebidas con taurina, no. Y en vez de actividades por los derechos de los animales, tenemos las “jornadas del lechazo”. ¿Responde eso a tu pregunta? Pero en fin, cada vez hay más restaurantes que ofrecen alternativas vegetarianas y veganas, y eso está muy bien. También existen varios grupos muy activos en la defensa animal, pero nosotros nos relacionamos poco en general con todo el mundo y tenemos poco contacto. Silvia es un poco rancia, según dicen otros, yo no, eh. Yo soy mucho más majo, pero tengo poco tiempo y soy muy vago.

UDV: Bueno Silvia, yo no he dicho nada, eh.

¿Cómo encontrasteis a la UDV?

Eduardo: Nos apuntamos a algunas rutas de senderismo que se organizaban en el Foro Vegetariano, y conocimos a otras personas que no sólo eran también unos comelechugas, sino además unos deportistas excepcionales. Así que nos juntamos a ellos, a ver si se nos pegaba algo. Pero nada, que ni por esas.

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UDV: Sabemos que os gusta la lectura. ¿Qué libro con temática montañera recomendaríais?.

Silvia: Bájame un estrella, de Miriam García, que es una preciosidad de libro. Pero las cinco estrellas se las lleva Tocando el Vacío, de Joe Simpson, no sólo por la sorprendente historia que cuenta, sino por esa sensación de “anhelo insatisfecho”, de vacío que conlleva el alpinismo, que siempre te empuja a ir más lejos, y lo que nos enseña sobre la capacidad del ser humano.

UDV: Y si tuvierais que llevaros un libro a la famosa isla desierta que van a parar todas las personas veganas alguna vez en su vida ¿cuál sería?

Eduardo: Eso es como preguntar si quieres más a papá o a mamá. Imagino que me llevaría un libro con muchas páginas con el que hacer fuego y señales de humo a los barcos que pasaran cerca, o también uno que se titulara “cómo sobrevivir en una isla desierta”. Porque servidor es vegano, pero práctico. Silvia se llevaría Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar (una escritora que tiene citas acerca del trato a los animales muy buenas, por cierto) y, en su defecto, se llevaría un lector de libros electrónicos con un cargador de placas solares. ¿Un único libro? ¡Qué aburrido!

UDV: Parece que la pregunta del libro en la isla desierta está un poco desfasada con los lectores de libros electrónicos, ¿no?

Y para acabar la entrevista, respondednos una pregunta que os gustaría que os hicieran y no hemos hecho.

No nos habéis preguntado que de dónde sacamos la proteína ¡Vamos, no hay entrevista a un vegeta en la que no se haga esa pregunta!

 

¡Tenía que salir la proteína! Pues nada, ya sabemos un poco más de esta pareja de destrozabotas que son Silvia y Edu. Solo un consejo: si un día los veis por el Pirineo, no tratéis de seguirles!!!

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