Después de una semana tranquila y de poco entrenamiento, por fin la esperada carrera. Habíamos reservado hotel y llegamos un poco tarde por un atasco, así que primero a comer en un restaurante del paseo marítimo, un japonés con sospecha de achinado, sin grandes lujos pero con surtido vegano suficiente. Tenemos suerte de que nuestro alojamiento queda cerquísima del arco de salida, económico y confortable, así que recojemos bolsa del corredor ahí mismo, y nos dará tiempo de un breve paseo y un tentempié, muy abrigados y comprobando el ambiente en crescendo a medida que oscurece: cómo calientan los participantes todo lo que pueden, no es para menos. Vuelvo a la habitación para cambiarme y enganchar el dorsal en la veggieseta, esta vez con manga larga debajo, y remoloneo hasta que faltan diez minutos, cuánto frío.

El paseo ya está plagado de corredores, música, batukada y el locutor que anuncia la inminente salida. Se han superado las 2000 almas, en una carrera a beneficio de la fundación Fenexy, por la curación de las lesiones medulares. No hay cajones, así que a la cola, al final de todo pero con espacio para hacer estiramientos, breves esprints o lo que sea que caliente. Un par de minutos de procesión y pitido inicial, el frío me impulsa a darle caña, pero el recorrido por el paseo es un embudo peligroso, pues abarca tierra, asfalto, peraltes, jardinería,etc., y aún se estrecha más en las curvas. Me lo tomo como un fart-leck de breves arrancadas hasta el siguiente tapón de gente, y disfruto del recorrido, nuevo para mí a esas horas, con una luna amarilla, baja y tranquila que se cuela entre las palmeras, el mar al otro lado, tan oscuro que sólo deja ver el ir y venir espumoso en la orilla.

El circuito es a dos vueltas y muy plano, con una única subida que flanquea el puerto deportivo, casi al final. Mi ritmo ha ido bien y aprovecho para adelantar ahí, además la densidad de corredores comienza a bajar. Los míos me jalean al paso de 21' y piso el acelerador, hasta me permito saltarme el botellín del intermedio. Es cuestión de regular la respiración y vigilar los obstáculos, pues mi visión nocturna no es precisamente felina. Mantengo el tipo, última subida y pique sano con algún rival, que ayuda a exprimirse hasta la meta, aunque sin exagerar, el crono es genial para un servidor, un 40' 30", y me espera mi familia y una cena caliente bien merecida, qué más puedo pedir.

Carrera para repetir - por el entorno, la motivación y el ambiente- ojalá el año que viene.