A continuación paso a relatar lo acontecido en la décima edición de esta peculiar carrera. La primera edición con representación de los veggierunners, aunque el año pasado ya la corrimos y nos dejó una muy buena impresión tanto por la organización como el ambiente entre participantes y el marco incomparable de La Tejera Negra que circunda al pico Ocejón.

En las anteriores ediciones la carrera se realizaba a primera hora de la mañana y el resto de actividades el día anterior. El problema era que se repartía el programa de actividades en dos días y la carrera como cierre de edición impedía una mayor holgura a los atletas a la hora de disfrutar del baile y el ambiente de la noche anterior. Sin embargo, como todo momento tiene sus pros y sus contras, el horario vespertino irrumpía en el hábito de muchos corredores y arriesgaba la posibilidad de encontrarse con el calor que, efectivamente, no dudó en presentarse.

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Mi llegada a Robleluengo fue sobre la una de la tarde. Allí nos esperaban ya miembros de la organización indicando la zona de aparcamiento y acampada. Me encaminé hacia la era del pueblo donde ya se levantaban los hinchables de la meta y demás mobiliario para saludar a Fernando, el organizador de la carrera. El año pasado me llamó la atención que la cena preparada para los corredores y acompañantes fuese una paella vegetariana, ¡qué curioso!, - pensé. Con motivo del cambio de horario del programa de carrera de esta edición envié un correo a Fernando preguntando si se mantenía el mismo menú. A partir de ahí hice mi presentación como miembro de la UVE y Fernando me contestó que no podría ser de otra manera pues él también seguía una alimentación vegetariana por respeto a los animales. En seguida me mostró su interés y buena voluntad para que los veggierunners participásemos en la carrera e incluso aprovechásemos para tomar parte en alguna otra actividad que creyésemos oportuna. ¡Gracias Fernando!

Allí estaba él de un lado para otro supervisando cada detalle para que todo fuese viento en popa. Pudimos compartir unas palabras entre el ajetreo y luego me acomodé en un banco a la sombra para esperar a Javi y Patri que tenían que llegar de un momento a otro para preparar el pequeño stand con productos e información de El Rincón Lento. Quiero agradecerles también a ellos su colaboración con la UVE que llevamos en marcha desde que no hace mucho organizaron un taller de cocina vegetariana en Guadalajara. Mientras esperaba empezaron a aparecer por allí algunos corredores con sus familias, así que me reuní con Miguel y acompañantes del C. A. Villanueva. Este club me concede la experiencia de vivir el atletismo con intensidad tanto en los entrenamientos como en las competiciones. Coexisten en él el ambiente competitivo propio de un equipo deportivo y la amistad y entrega de sus miembros. Es un club joven y si visitáis su blog, podréis apreciar la iniciativa y creatividad que ha hecho de este joven equipo un excelente punto de encuentro para deportistas. Por ello es difícil siempre decidirse entre vestir la camiseta villana y la veggierunner, la una representa la realidad presente que luego se viste de buenos recuerdos, y la otra los sueños o la utopía que poco a poco acoge en su seno pedacitos de aquella realidad, siempre esquiva y traviesa para el veggierunner e intensa en su apogeo para el villano. Las dos, sin embargo, igualmente necesarias pues conjugan las vivencias y esperanzas necesarias en ese escenario que llamamos vida y que se entrelazan para que un guión tenga continuidad.

Pues bien, aprovechamos entonces para tomar unas cervecitas antes de comer y pegar el cartel de nuestra carrera el 20 de Junio por si algún despistado todavía no la había añadido en su calendario.

En el momento de retirarnos a comer llegaron Javi y Patri, así que me reuní con ellos. Procuramos ser comedidos a la hora de dar satisfacción a nuestro apetito, pues quedaban apenas dos horas para la salida. Javi seguramente no es consciente de ello, pero mi advertencia le persuadió para que no se comiera el enorme bocadillo de tortilla de patata que se quería meter entre pecho y espalda y así pudo ganar unos cuantos puestos por delante en la clasificación. De haberse zampado aquella enorme flauta, seguramente le habría ocurrido lo mismo que a algún otro corredor que luego se vió subiendo las faldas del Ocejón con el estómago lleno. Por cierto Javi, tenía un aspecto formidable el medio bocadillo que me entregaste y por eso me deshice pronto de él. Hubiera caído en la tentación y si ya acabé mal la carrera, no te cuento si hubiera salido con el estómago lleno.

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Después de rápido tentempié, Patri se fue a montar la tienda de campaña y nosotros el chiringuito de El Rincón Lento. Productos ecológicos, de Comercio Justo, camisetas, jabón casero de aceite reciclado y algunas otras cosas daban cuerpo al pequeño stand. Junto a todo esto los panfletos de que me quedaban sobre recomendaciones a la hora de planificar una alimentación vegetariana y algunas revistas Vegetus de muestra. Todo ello colocado de la mejor manera y a pleno sol. Un sol que se abría paso entre las nubes y caía a plomo.

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Luego ocurrió lo habitual antes de una carrera: cambiarse, prepararse y calentar un poquito. A nosotros se unió Dani y se estrenó como veggierunners. ¡Felicidades amigo!!! También conocimos a un corredor extremeño interesado en formar parte del equipo, ¡desde aquí un saludo aunque si como dijiste no sueles navegar por internet, no lo recibas! Respecto a lo que fue la carrera tenéis una estupenda crónica de Javier Ballesteros en su Bitácora Javi. Mi subida acompañado de Miguel y Edu del C.A, Villanueva, fue bastante bien hasta Peña Bernarda. Luego allí nos juntamos con Jose, también del club y afrontamos los desconocidos para mí últimos kilómetros de subida especialmente duros. Mucho calor y un gran esfuerzo caracterizaron la jornada y mis piernas empezaron a sufrir los primeros agarrotamientos. Era consciente de mi baja forma pues desde el Mapoma me ví obligado a hacer reposo porque tenía castigadas las rodillas. De lo que no era consciente era de lo exigente de aquel recorrido. Unos íbamos, otros volvían. Javi y Dani ya bajaban a toda pastilla y yo veía el reguero de corredores que todavía no habíamos alcanzado la cima. ¡Uffff! mis compañeros se quedan atrás, pero yo no quiero parar porque se me agarrotan las piernas. Gente animando, ¿tenéis un poco de reflex? ¡anda corre que aquí no hay ni masajistas, ni voluntarios con vaselina ni nada de eso. Sólo la cima, un sendero de pizarra poco definido y la cima que has de alcanzar! La última pared casi hay que hacerla a gatas, suerte que hay unas pizarras simulando escaleras que facilitan por momentos la ascensión. Un corredor que emprende la bajada me entrega su botella de agua. En el vértice geodésico Gema y su chico esperando… una hora llevaba la pobre allí arriba. Busco más agua y intento disfrutar de las vistas, pero el vértigo de la bajada que me espera me deja preocupado. Sin pensarlo mucho me voy dejando caer sorteando los primeros obstáculos de bajada. Me cruzo con Miguel, luego Jose y Edu, ¡vamos chicos, que ya queda poco!. La bajada nada que ver con la del año pasado, pues esta vez las piernas ya no iban bien y tenía que retener la zancada para no caerme. He de parar a estirar alguna que otra vez y así hasta Majaelrayo donde los ánimos de la gente dan un poco más de brío. Escucho; “¡venga, ya sólo tres kilómetros!” me parecen demasiados y así, cruzando la vaguada que separa Majaelrayo de Robleluengo, voy acortando distancias. Ya de subida al pueblo necesito parar pues estoy cansadísimo y un corredor me pasa. Sigo sus pasos y en un sobreesfuerzo final intento mantener el tipo cruzando la meta. Allí me esperaban Susana y mi hijo Álvaro. ¡Javi y Dani ya llevaban un buen rato por allí rondando, claro! ¡Llegaron en las primeras posiciones! ¡Enhorabuena!

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Lo primero que hice nada más llegar fue meter la cabeza debajo del chorro de agua fría que caía de la fuente. No se si aquello me sentó muy bien, pero al momento me empecé a encontrar mal y tuve que tumbarme en la hierba. Así estuve un rato porque si me levantaba se me revolvía todo el cuerpo. Luego hice un esfuerzo por levantarme con intención de ducharme pero aquello no se me pasaba, así que Susana llamó a los de la ambulancia que andaban atareados atendiendo otros corredores. A partir de aquí los nervios, la atención del médico, la oferta de llevarme a Guadalajara en la ambulancia, Miguel por allí también preocupado…. Al final, aunque ya me estaba recuperando, decidí ser trasladado en la ambulancia por consejo del médico y para calmar los nervios de Susa que estaba muy preocupada y nunca me había visto así. Las curvas del trayecto me revolvieron un poco más, pero en Guadalajara ya estaba estable aunque cansado. Allí me observaron y estaba todo correcto.

Bueno, otra experiencia de carrera con moraleja final. Nunca vayas a una carrera dura si no te has preparado mínimamente. Por muy vegeta que seas, los momentos de flaqueza y el calor también pueden pasar factura.

Eso es todo amigos. El año que viene más y mejor seguro.