Yo no tengo crónica. Solo unas palabras. Ante todo quiero agradecer la asistencia de quienes hicisteis un esfuerzo por venir de lejos, a Juan que se acercó con su bici desde Alovera y a los organizadores por dejarnos un local y por hacerlo tan bien como lo hacen año tras año. En especial a Fernando que si hiciese falta movería 50mts el Ocejón para que la distancia saliera redonda (en vez de lineal, claro).

El Ocejón se ha convertido en un clásico para la UDV y a él asistimos cada vez con más ilusión y nuevos montañeros. Su perfil engancha visto desde lejos y su vértice guarda muchas esperanzas. Esperanzas que se transmiten al tocar y respirar allí arriba, que destilan un anhelo, una promesa, el sentimiento de que hay cosas por las que vale la pena luchar. Por cada motivo se abre una flor de jara, miles de flores que jalonan una subida difícil pero necesaria. A veces hay que pararse a tomar aire, otras a beber agua, pero las jaras están ahí, y luego el fresco robledal que anuncia el tramo final hacia el cielo abierto y la pizarra suelta. Es entonces cuando, desde nuestra insignificancia, descubrimos la grandeza que llevamos dentro, muy dentro. La larga hilera de corredores ansía su momento y comparte una sonrisa con los demás. ¡Ya está hecho! Queda bajar, claro, pues no hay viaje sin regreso y a nuestra vuelta debemos llevar esa sonrisa donde espera el resto para que la alegría henchida de esperanza se contagie. ¿Cuántas veces subirías al Ocejón? Las que hagan falta…. Vale la pena, ¿verdad?

jaras

Hasta el año que viene… aunque yo creo que subiré antes acompañado de bromas y risas cómplices que me traeré de abajo. 😉