Hola Vrunners, otro año más hemos cumplido con nuestra presencia en esta media maratón de montaña. Cada corredor debería aportar sus impresiones pues esta prueba dada su peculiaridad, su belleza y su dureza, ofrece todo tipo de sensaciones y obliga a una entrega y un esfuerzo casi límite.
Este año la cita estaba prevista para siete de nuestros corredores, pero Ana no puedo llegar a tiempo y muy a su pesar y al nuestro, nos quedamos sin representación de las chicas en la carrera. ¡No te preocupes Ana que el año que viene voy a por tí si hace falta! 😉 DaniDaniel, Javi Heráclito, Oscar, Ezequiel, David A. y yo mismo salimos imparables hacia la cima del Ocejón (2048 m). Bueno, con lo de imparables me refiero a que ya puestos no nos quedaba otra que mirar arriba y encomendarnos a San Vegetus para regresar salvos y enteros. Por suerte este año no acompañó el calor e incluso en la cima nos pudimos refrescar con algo de lluvia.
Prácticamente nos dividimos en dos grupos, delante los más veloces (Dani, Javi, David) y detrás los un poco menos veloces (Ezequiel, Oscar y yo). Una partición estratégica 3+3 de manera que pudiéramos repartirnos a lo largo de la carrera sin perder referencias compañeras.
Los seis primeros kilómetros antes del primer punto de avituallamiento se hacen muy bien pues se llanea bastante y las subidas apenas son pronunciadas. En este tramo siempre se aprovecha para hablar, compartir sensaciones previas y tomar posiciones. Luego, tras la toma de líquido, ya entramos en la subida propiamente dicha que se adentra en las faldas de la montaña y luego zigzaguea entre jarales. Tras un pequeño llano llegamos al bosque de robles típico de media montaña hasta el siguiente punto de avituallamiento en Peña Bernarda. Lo que llegaba después es la parte más dura de la carrera con una pendiente cargapiernas y luego un último trecho repleto de pizarra suelta hasta el punto geodésico. Para terminar, esa otra aventura llamada bajada poniendo cuidado al principio para no resbalar en la piedra mojada. Tres resbalores me dí, ¿fuí el mas torpe de la cuadrilla? probablemente sí. Mis muñecas siguen recordándome los traspiés.
Bueno, faltan palabras para expresar el cúmulo de sensaciones. Los ánimos entre los corredores que subían con los que ya bajaban, el marco incomparable de una actividad deportiva al aire libre afrontando los obstáculos que ofrece la naturaleza; corre por allí, anda por allá, salta ese rebosante arroyo y mójate inevitablemente algún pié, mira arriba la estela de corredores que te preceden, vuelve la vista hacia abajo y toma medida de lo que ya llevas subido, ¡no mires más y céntrate en el camino y en el corredor que llevas delante!, una nube de moscas se aproxima (¡vaya, debe ser la forma que tienen de animarte!), la temperatura desciende, ¡ya vamos llegando a la cumbre!, etc.
Arriba parada y fonda. Sí, hay que parar por lo menos para admirar las vistas que se ofrecen mientras se da un trago de agua. Varios voluntarios suben con mochilas cargadas los botellines desde Peña Bernarda (donde acaba la pista). Allí nos reunimos el grupo de tres Vrunners menos aventajado. Oscar va un poco tocado pero llega feliz al tocar el punto más alto. La bajada es siempre más solitaria, la hilera de corredores se estira y hay veces que no ves a nadie y te preguntas si realmente vas por el buen camino. Bueno, hay que mencionar el desvío involuntario antes de llegar a Peña Bernarda. Un sendero estrecho que bajaba paralelo al que tomamos de subida nos confunde. Creo que la mayoría de corredores bajamos por allí, jojo! ¡nada, el año que viene hay que señalizar mejor esa zona Srs. organizadores! Seguramente estaba señalizado, pero en esa parte alta del recorrido la pendiente y el terreno requieren un esfuerzo tanto físico como de concentración que te obliga a no quitar la vista de donde vas a pisar de inmediato guiado de reojo por el corredor que llevas delante. Si se equivoca el primero del grupo nos equivocamos todos.
Llegados a Peña Bernarda el resto del recorrido es más cómodo y solitario. Las piernas cada vez pesan más y el tramo final de Majaelrrayo a Robleluengo se convierte en una odisea. Hay que cruzar una vaguada con las pocas fuerzas que quedan y acabar en subida hasta la meta donde el animoso público te presta un último aliento. Mi entrada en meta parecía la del campeón, nadie por delante ni por detrás, todo el público observando y gritando entregado a tí. Espléndido.
Quiero hacer mención de El Rincón Lento y Gaia Vegana. Estuvieron también presentes en el mercadillo solidario que se organiza a la par que la carrera. Patri, Amparo y Susana echaron una mano y animaron a los corredores. A Divina y al equipo de TVAnimalista a los que no pudimos atender adecuadamente pero que seguro que recopilaron material suficiente para ofrecer un pequeño pero bonito reportaje. ¡Queremos verlo!!! Y al organizador Fernado Barbero por su atención y a los voluntarios que han hecho posible un año más este fantástico evento al que hubo que añadir una cena vegetariana y música para pasar la noche. Este año además los corredores participábamos, mediante la inscripción, con la ayuda para la erradicación de una práctica aberrante como es la mutilación genital femenina. Una bonita pulsera hecha por mujeres masai que han huído de esa práctica acompañaba a los enseres de la bolsa de corredor.