Hola, amigos veguirránidos, aquí dejo mi primera crónica.
El domingo 21 de octubre era día de estrenos. Llegó la carrera deseada, la primera media maratón, y por suerte el tiempo en Castelldefels fue a mejor, pues la precisión era negra, lluvia, vientos, temporal... Con la familia de soporte salimos con prisas y retraso, y llego justo, a sólo 2' de la salida: calentamiento pobre por el camino, y estreno estelar de la veggiseta, admirada y envidiada por el resto de corredores. Del gentío casi no puedo acceder ni al cajón de los amarillos, y cuando entro, veo en la distancia mi querida liebre de 1h 30', que ya sé inalcanzable. Caliento y estiro lo que puedo, solitario veggierunner entre el tumulto, y tardo un par de minutos en hacer sonar el chip cuando dan la salida. El avance no es rápido, pero sí fluido, y antes del primer avituallamiento cojo a la liebre de 1h 45', lo que me da esperanzas.
Llevo un ritmo interesante pero no quiero abusar, he calentado poco y hay mucha humedad, con lo que sufro un poco en algún momento. Trato de sonreír, aparece el mar por fin, con tímidos reflejos del sol bajo las nubes, y un oleaje embravecido, que me anima. Cada vez es más cómodo correr, hay más espacio y mi ritmo se estabiliza, más agua de regalo.
Postura, cadencia, relajación, la primera vuelta al circuito perfecta, y a partir del km 12 noto que los músculos ya no van tan sueltos, aunque con el nuevo repostaje, con frutos secos de propina, y a pesar de llenarme un ojo del infame y pegajoso brevaje azul y perder un poco el ritmo, en unos minutos me rehago y mantengo. Luego supero el ritmo y a los corredores, y al que me pasa le remonto poco después con paciencia. Me siento con fuerzas para apretar hasta el final, lleno de alegría y orgullo, y más cuando en meta -en el canal olímpico- veo a mi mujer y a mi hijo, y el cronómetro me espera con una buena marca para mis piernitas, 1h 32' 18".
En la cola de bebidas se repone la liebre de 1h 30', ahora tan cerca. Más frutos secos, plátano, naranjas, todo un detalle. Mientras estiro hago una pequeña cola para un masaje, y así me reconcilio con los del líquido azulón, ¡me lo he ganado! Después de un bocata en familia con tempeh, higos secos y avellanas, otro platanejo, y, aprovechando que asoma el sol, vamos rumbo a la playa. Nunca un baño en el mediterráneo me había apetecido tanto en octubre.
Salud para todos!