Cuando algunos de mis compañeros de entreno en Urban Runners Alcoy me comentaron que iban a Italia a participar en una carrera de montaña, la idea me pareció atractiva... he visitado Italia en varias ocasiones y siempre me ha gustado mucho, ¿por qué no una pequeña escapada y visitarlo de nuevo para descubrir alguna otra parte del país?
Ahora bien, cuando me dijeron que se trataba de la Limone Extreme Skyrace, y vi en qué consistía, cambié de opinión. ¿En realidad era una buena idea participar en una carrera de 23,5 km y 2000 metros de desnivel positivo, sin haber corrido nunca ninguna carrera de montaña? Desde luego que no!! Qué locura!! Decididamente no estaba preparado para ello.
En ese momento entró en acción mi amiga María José, que se encargó por todos los medios de convencerme de que sí que podría hacerla. Confianza ciega en mí mismo... Pero si yo lo máximo que había corrido era el medio maratón, y mis habituales carreras de orientación en las que las distancias son mucho más modestas y el desnivel no suele superar los 300 ó 400 metros a lo sumo!! Su insistencia me hizo replantearme la situación. Además, prometió acompañarme a Italia, y al hablarlo con sus amigas Marisol y Cristina, ellas también se apuntaron... Así que, ¿quién podía negarse? Viajar a la bella Italia, en buena compañía, y a la última prueba de la liga mundial de carreras de montaña donde iba a coincidir con los atletas más destacados de esta especialidad... De modo que acepté el reto y me inscribí.
Pero claro, lo mínimo que podía hacer era prepararme físicamente para el enorme desafío que me esperaba. Después de un verano en el que solamente había participado en algunas carreras populares de 10k, y en el que había padecido molestias físicas sobre todo en los pies, acusando mucho el calor a la hora de entrenar, me quedaba el mes de septiembre para intentar preparar la exigente prueba de montaña. Poco tiempo, pero al menos entrenar las subidas en montaña me podría ayudar a afrontar el reto de los 2000 metros del Limone.
Llegó el momento de viajar a Italia. Aprovechando el puente del 9 de octubre, cogimos un vuelo el día 8 para regresar el domingo 12, y así poder hacer algo de turismo también, cómo no. La carrera era en Limone, una localidad a orillas del precioso Lago de Garda, en el norte del país, en los inicios de los Alpes. Había poco tiempo, así que tuvimos que desestimar Venecia, y nuestro recorrido turístico se limitó a visitar Bérgamo, Milán y los alrededores del lago. Unos días muy agradables, de relax, preparándome mentalmente para la carrera que tendría lugar el sábado día 11. Y recargando los depósitos con pasta y pizza, por supuesto!!
Una vez instalados ya en Limone, pude observar de cerca las montañas por las que se iba a desarrollar la carrera. Qué impresión!! Unas montañas altísimas que se elevan desde la orilla del lago (situado a tan solo 60 metros sobre el nivel del mar) hasta una altura de 1600 metros en muy poca distancia. ¿Dónde me había metido? La carrera iba a ser infernal !!
Llegó el día de la prueba. La salida era a las 13:30 horas, una hora que desde luego no es muy habitual en las carreras populares y que obligaba a alterar los horarios de comidas... un factor más de descontrol. El ambiente, muy bueno. Más de 600 participantes tomaron la salida, con un cielo encapotado que amenazaba lluvia en cualquier momento. Salida en masa con los favoritos a la cabeza, claro, entre ellos el admirado Kilian Jornet que participaba aunque ya era virtual ganador de la liga por los resultados obtenidos en las carreras anteriores.
Tras un par de kilómetros iniciales que transcurrieron por las calles de Limone, y en los que preferí llevar un ritmo suave para reservar energías, nos dirigimos a encarar la ascensión por las laderas escarpadas de la montaña, una subida técnica de fuerte desnivel desde el principio e igual de pronunciado durante los siguientes 4 kilómetros aproximadamente. Salvo los líderes de cabeza, pocos podían hacer esta ascensión corriendo, y nos limitamos a subir caminando por sendas casi imposibles y que impedían adelantar al corredor que tenías justo delante. La ascensión se hacía interminable. Muy duro, las piernas empezaban a protestar, pero aguantaba bastante bien, a un ritmo constante... si bien no podía correr, al menos seguía la ascensión como el resto de participantes. Pero ¿cuándo llega la cumbre? Si apenas hemos recorrido 4 kilómetros, según mi GPS !!
A los 6 kilómetros más o menos, hubo un repecho en el que se bajaba una ladera y se pasaba a otra cumbre contigua, un respiro pero iba a seguir con otra ascensión, luego otro repecho y por último la subida final hasta el kilómetro 10 aproximadamente. No tan pronunciada, pero dura por la acumulación, claro.
Cinco puntos de avituallamiento a lo largo del recorrido nos permitieron beber y comer algunos alimentos para reponer fuerzas, algo que agradecíamos mucho por el desgaste que teníamos tras la ascensión. Muy bien organizado, francamente.
Las vistas sobre el lago, impresionantes. En las partes altas, las nubes estaban en contacto con la montaña y la visibilidad era escasa por momentos. Llegando a la zona más alta, nuestros peores temores se hicieron realidad. Empezó a llover con fuerza, sumado a ráfagas de viento bastante fresco... ahora comprendía la razón por la que era obligatorio ir equipado con un cortavientos, y qué bien me vino !!
En ese momento llevaba unas dos horas corriendo, y me encontraba en la zona más elevada. La lluvia convirtió esa zona superior en un barrizal que complicó más las cosas, ya que las sendas embarradas eran difíciles para subir, y para bajar propiciaban resbalones y caídas... nadie se libró de ello, y me incluyo.
Haber alcanzado la parte más alta del recorrido, resistiendo más o menos bien, y con las piernas algo cansadas pero conservando energías, me dio ánimos para seguir adelante y encarar el descenso. Empezaba la bajada, pero después de un par de kilómetros venía otra subida hasta el kilómetro 14 en el que ya se empezaba el descenso final. Empezaba a comprender lo que muchos comentaban de que las bajadas eran más duras incluso que las subidas... efectivamente, al tener que ir frenando y estabilizando el cuerpo con las piernas, la exigencia sobre los cuádriceps es muy intensa... empezaba a sentir no fatiga, sino más bien dolor en los músculos de los muslos... Algunas zonas de la bajada eran muy técnicas, alternando sendas de tierra con tramos rocosos que obligaban a llevar cuidado, y más al estar mojados por la lluvia y el barro. Preferí afianzar y no arriesgar, mi descenso no fue muy rápido pero sí seguro. Se iba haciendo largo también, pero con la mirada ya puesta en la meta y comprobando que cada metro que bajaba me acercaba más a mi objetivo, era simplemente cuestión de tener paciencia. Y las piernas, cansadas, pero iban aguantando. Llevaba ya 20 km recorridos y se me empezaba a hacer largo... pero si ya se veía el pueblo ahí mismo, ya no quedaba nada!! Ánimos, tienes que aguantar!!
El último tramo encaraba hacia el pueblo de Limone, justo por delante de donde estábamos alojados... eso ya me resultaba familiar. En poco tiempo estaría ya aproximándome a la meta. Qué bien!! La última bajada, bordeando el cauce de un riachuelo, se hacía larga y dura, las piernas casi no aguantaban. Cuando el riachuelo alcanza la orilla del lago, nos dirigen bordeando el propio lago hacia el paseo donde está el arco de meta. Estoy llegando!! Lo he conseguido!! Intento hacer un último sprint para recortar unos segundos en el crono... pero qué locura!! ¿qué son unos segundos cuando llevo tantas horas corriendo? Las piernas apenas responden, me duelen los muslos y las ingles, pero entrar en la calle de la meta me estimula y los últimos metros se saborean de una forma especial. Cruzo la línea con una mezcla de sufrimiento y satisfacción difícil de describir. Lo he conseguido!! He terminado la Limone!!
Mis amigas esperando en línea de meta (gracias chicas!!), qué alegría, una emoción indescriptible. Las piernas, con temblores. Pero muy satisfecho. Mi tiempo final es de 3 horas 44 minutos... no está nada mal, teniendo en cuenta mi escasa preparación. En la clasificación general, el puesto 276, menos de la mitad. ¿Qué más podía pedir? Todo un privilegio y una gran satisfacción.
Por la noche, la organización había preparado la "Pasta Party", una fiesta por todo lo alto, con música en vivo y luego DJ, como colofón de una magnífica experiencia. Parecía increíble cómo la gente todavía tenía ganas de bailar y divertirse, después del duro esfuerzo... yo por mi parte, presencié la diversión pero mis fuerzas no llegaban para tanto. Fue muy divertido.
Muchos me han preguntado si volveré a correr la Limone, y si me ha animado a correr otras carreras de montaña. La verdad es que no lo sé. Por un lado es muy duro pero por otro lado es apasionante y sin duda engancha. De lo que sí estoy seguro es de que si participo en alguna de por aquí, salvo que sean ultratrails con mucho desnivel acumulado, me va a parecer un paseo, jajaja... Es la ventaja de estrenarse con una prueba tan exigente.
Una experiencia inolvidable que queda grabada en mi memoria y que siempre recordaré de forma entrañable. Gracias Limone.