Es de rigor incluir una crónica de esta carrera, pues además de ser la primera que sus organizadores ponen en marcha con un recorrido que sirve para abrir boca a la temporada de trailrunning o carreras de montaña de la zona y de prometer una gran participación en años venideros, hemos conseguido que nuestro equipo vegetariano se alce con el primer puesto gracias a nuestro representante Javier Ballesteros que lleva una progresión increíble esta temporada. Su participación en carreras importantes como la maratón de Madrid le ha servido de estímulo para llevar un entrenamiento que para cualquier corredor popular supone una fuerza de voluntad encomiable.
Para quienes no conozcan la zona, Tamajón es un pequeño municipio de media montaña que sirve de entrada a la atractiva ruta de La Tejera Negra con sus pueblos construidos a base de pizarra en los alrededores del pico Ocejón. Su singular silueta no pasa desapercibida con sus dos mil y un poquito metros de altura. Es el pico más alto de Guadalajara y aprovecho para decir que en él se celebra la media maratón de montaña que lleva su nombre a principios de Junio y a la que nos gustaría también asistir.
Pues bien, el día se presentaba lluvioso, caía agua a raudales y al asomarse a la ventana lo que más apetecía en una mañana de Domingo era volverse al sobre, pero claro, a un corredor consumado lo primero que se le espabila recién levantado son las piernas, no la cabeza, y son ellas las que nos llevan aunque no queramos si se presenta una atractiva carrera. Sabemos además que el tiempo no es caprichoso y que si lo aceptamos con resignación e incluso como una motivación, nos complace con su otra cara para regalarnos algo nuevo. Así pues, pensando en lo bien que nos iba a venir refrescarnos con la lluvia mañanera y lo bien que lo íbamos a pasar salpicando y patinando en el barro, ¡alehop! justo a la hora acordada para salir de Guadalajara y mientras subíamos al coche, empezó a calmarse la lluvia. Mano de santo.
Aproximadamente una hora después, sobre las nueve y pico, llegábamos a Tamajón para recoger los dorsales. Una mesa de la organización nos esperaba en la plaza y en un momento nos pusimos al tanto del recorrido y el perfil de la carrera. Se trataba de unos cuatro kilómetros de camino prácticamente llano para calentar y tomar posiciones, y luego la temida subida a La Tonda que es un cerro coronado por unas antenas. La idea era subir los aproximadamente 215 metros de desnivel y bajar siguiendo otra ruta de manera que quedaba un circuito prácticamente circular de casi 10 kms. En un momento nos preparamos para calentar no sin antes pasear al joven Odín, nuestro compañero canino que también ha participado en carreras de canicross y que acudía a animarnos con su incansable ladrido ansioso por despertar el ánimo al personal y reclamar su momento de juego.
Con tranquilidad nos preparamos la indumentaria veggierunners, colocamos el dorsal con los imperdibles (siempre hay que llevar aunque normalmente los facilitan en las carreras), un poquito de vaselina para los que como yo respondemos más al perfil de armario ropero que al de intrépida gacela, una meadita si no se ha entretenido ya uno en buscar un rincón medianamente discreto, y algo que no hemos de olvidar y que hay que tener en cuenta antes de salir de casa, unas zapatillas para luego cambiarse. En este tipo de carreras por el campo o los días de lluvia en cualquier modalidad de carrera, hay que llevar unas zapatillas y calcetines de repuesto porque podemos llegar con los pies empapados o llenos de barro. Hay quien siempre se las lleva porque gusta del ritual de vestir los pies con las mejores galas deportivas en el momento justo de empezar el calentamiento y luego quitárselas después. Alguno habrá incluso que antes de llegar a la meta ya se las esté desabrochando… que va, que va, no me hagáis mucho caso. Yo es que soy de poco ritual y en los momentos de tensión me gusta mantenerme aparentemente impasible descontando los segundos como si fuera un reloj de pared, allí quieto esperando a que mis compañeros se acicalen.
Lo que sí es importante es el calentamiento, no hay duda. Sirve para aliviar estrés y calentar los músculos y articulaciones. Además, en estos pueblos pequeños, viene bien también para dar un vistazo rápido a sus calles y edificios o dar una vuelta por su periferia, que es lo que hicimos nosotros para descubrir un bonito encinar y parte de la ruta GR-10 hacia Retiendas que los monjes realizaban antaño para ir de la Iglesia románica de Tamajón al monasterio de Bonaval, del que ahora sólo quedan unas ruinas junto al Jarama.
Nuestra carrera discurría por el otro lado del pueblo, entre jara y pinar, y la salida se daba junta a la iglesia. Así que a falta de poco tiempo para la carrera, nos acercamos a la zona y aprovechamos para saludar a corredores de otros clubs conocidos y no tan conocidos. Allí todos estábamos dispuestos a estrenarnos en una carrera que parecía atractiva. Todo lo que sea subir y bajar es un reto, lo demás queda bien para hacer marcas, nada más; me decía un viejo montañero y corredor.
Bien, pues entre saludos y palabras de ánimo tomamos la salida y afrontamos con cautela los primeros kilómetros más llanos y con barro en algunas zonas. Una pequeña vuelta para volver a pasar por lo zona de salida y despedir a los familiares y acompañantes con un: “allá voy, no sé cómo llegaré pero llegaré”. La subida si no se conoce hay que llevarla con cuidado y aun así termina uno que no sabe ya ni por dónde respirar del aire que le falta. En efecto, la ya famosa Tonda no da tregua. Una subida que no se acaba y que no concede ningún falso llano en el que recuperarse. Sí, además el vértigo de altura hace acto de presencia, pero no por mirar hacia abajo, sino por mirar hacia arriba y observar la infinita y ya familiar hilera de colorines que va jalonando un recorrido que se pierde en la distancia y que nunca se acaba. ¡Oh! ¿dónde estarán esas antenas? Paciencia, pasito a pasito vamos alcanzando una curva tras otra que presenta otra cuesta más dura si cabe. Al final aparecen, claro, tenían que aparecer, pero tras superar la recta más larga y empinada que sirve también a los corredores que van delante para afrontar ya la bajada. Unos y otros nos animamos; ¡venga, ya queda poco! ¡vamos, campeón! Arriba nos espera un puesto de avituallamiento, alguien haciendo fotos a los corredores con su expresión más desencajada y las antenas que tanto se han hecho de rogar que ni un momento de atención ya se merecen. Traguito de agua y a correr hacia abajo. Las bajadas son impresionantes, son rápidas pero hay que prestar atención para no tropezar y caer. Una caída con velocidad hacia abajo puede ser bastante aparatosa, pero lo cierto es que estas bajadas por montaña dan una sensación de euforia y libertad que merecen la pena. Yo que soy de constitución grande y torpe he de ir con más cuidado y normalmente alguna que otra gacelilla aprovecha para adelantarme. No llegó a ocurrir esta vez aunque escuché unos pasos aproximarse. Ya en la recta final de unos dos kilómetros llanos puse distancia para llegar antes, ¡olé mi vena competitiva!
Aquí nuestro campeón:
En la meta nos recibían los ánimos de la gente allí dispuesta. Ofrecí un saludo de agradecimiento para ellos y con la mirada me dispuse a buscar a mi compañero Javier oliendo ya lo que estaba a punto de confirmar. ¡Por supuesto, qué grande! Había conseguido el primer puesto con total holgura. Lo cierto es que Javier es todo un talismán, sabes que va a estar en los puestos de cabeza mientras yo me puedo relajar en los de cola. Es lo bueno de ir varios. He hecho varias carreras como veggierunner más sólo que la una y en esas circunstancias hay que dejar bien la camiseta y sólo depende de ti. ¡Jaja! Bueno, es lo que tiene pelear no sólo con el reto físico sino con el de los prejuicios instalados en los demás. Luego no será para tanto, pero bueno.
En el podio:
Ahora, más allá de esta apreciación, quiero agradecer a este espléndido corredor su predisposición y dedicación. Sabe como yo que esta forma de humilde reivindicación nos acerca a la gente que tiene alguna relación con el deporte y a la que no la tiene pero se ve atraída por algún impulso que suponga un reto personal diferente pero de acuerdo con participar en algún proyecto común que igualmente se acompañe de momentos de tensión, apoyo o celebración. Todo un viaje a la esperanza.
Gracias Javi.