Llega con ilusión la primera carrera tras cinco meses, desde la maratón parisina. He dormido bien, no pienso desayunar, y una vez vestido con la equipación UDV, aún por estrenar, salgo en bicicleta hasta la salida en Plaza España, unos 6 km. El día amenaza lluvia y vienen rachas de viento incómodas, pero la temperatura es agradable para correr. Da gusto ver las calles semivacías, el tráfico dormido y corredores que se acercan, calientan y cuentan sus batallas y lesiones en torno al pabellón de guardarropía. Dispongo de un cuarto de hora para estirar un poco y moverme.
Estoy tranquilo puesto que no busco marca, aunque salgo del tercer cajón y temo que la masa me arrastre. He estado entrenando a más de 5km/min y además minimalista, con mis zapatillas baratas New Feel (baratofoot?) desplantilladas. Una suela plana de goma de medio centímetro más o menos. Lo preocupante no es el ritmo, sino que llueva, pues el agarre de esta suela, no diseñada para trotar, es un tanto pobre.
Dan la salida y me dejo llevar, no puedo evitarlo, otra vez compitiendo. Hasta el km 6 casi todo el recorrido es de suave descenso y aunque esté relajado me encuentro con ánimo, nada me duele, vista al frente y técnica de carrera. Sin embargo, hacia el tercer km noto bloqueo pulmonar, el ritmo es demasiado alto, el motor se recalienta. Me resisto a bajar drásticamente el pistón, ¡sólo son 10km! y más bien aprovecho el terreno para que me tire o me afloje. Quedan dos subidas de hacer daño, una tras pasar el Arco de Triunfo -avituallamiento que no quiero- y la del final, el Paralelo.
Pasado el ecuador aumenta el público, los mensajes de aliento; aguanto el tirón y corro cómodo, concentrado, con espacio, al no haberme rezagado de mi grupo de tiempos. Siento cargados los gemelos y aquiles, sufridores de esta nueva forma de correr, pero resisten. Se adivina el último tramo de subida hasta meta, y no estoy para esprintar, pero piso un poco más, resoplo y cuento pasos, el arco me invita a bajar de 45' y... lo consigo. Sólo a 30'' del año pasado. De obsequio agua de coco, interesante alternativa a la cola y los isotónicos de siempre. Me hidrato y como frutas, estiro y observo para saludar a conocidos. Lástima no haber encontrado a la compañera VR Jéssica, entre la lluvia -que al final hizo de ducha improvisada- y la muchedumbre no ha sido fácil. Será en la próxima, esto no ha hecho más que empezar.
El balance, positivo. Marca inesperada para un corredor más pesado, de 6 a 8 kg más que se notan cuando uno es talla M. Ahora corro semidescalzo, y no me he acordado de los pies en ningún momento, iban solos, y ni rastro de problemas de rodilla. Me doy cuenta además de que hace ahora un año de mi salto de vegetariano a vegano, pasando por mis etapas grasientas, crudas, 80/10, macrobióticas... y muchos altibajos hasta estabilizarla y combinar bien con el deporte y el ritmo de vida. Y está claro que el salto es hacia adelante.