Aprovechando que el equipo cumple tres años y que recientemente se nos dió de alta como club deportivo en Castilla La Mancha, creímos oportuno acudir a la carrera que nos reunió por primera vez a tres Veggierunners y celebrar nuestra primera asamblea el día anterior. Allí tocamos los asuntos que un club en el comienzo de su andadura debe tratar como el vestuario, la federación, logo del equipo, reparto de funciones, etc. Todo muy breve porque preferimos entrar en profundidad en la siguiente asamblea prevista en Junio en Robleluengo (Guadalajara) coincidiendo con la media maratón de montaña del Ocejón.

Todo comenzó una cierzada mañana de domingo...
Me desperté bastante antes de que sonara el despertador y me vino bien, la verdad, porque así organicé bien el equipaje, la bolsa para la ducha después de la carrera, desayuné y entré en situación antes de que Carlos me llamase veinte minutos antes de lo acordado la noche anterior.

-¡Venga, venga, rápido que nos tenemos que ir!
-¡Sí, sí, ya voy!!!!
-¡Vamos Javi que Rabico se pone impaciente porque quiere calentar!

Recojo todo y doy un repaso a la estancia para confirmar que no me dejo nada. Devuelvo llaves y mando de TV al recepcionista y echo a correr escaleras abajo de un edificio antiguo que tiene más pisos de los que numera alrededor de un ascensor de los que sube y baja mostrando cables, cabina y contrapeso.
Con una Zaragoza cada vez más imposible para aparcar, allá encontré a Carlos, Ana y Diego esperando con el coche sobre la acera. Me apresuré hacia ellos y nos dirigimos a las pistas de atletismo donde comenzaba la carrera. Cruzamos avenidas en obras para completar el recorrido del tranvía, montones de semáforos, zona Expo con edificios y telesilla sin mucho uso y a la espera incluso de ser desmantelados, otros recintos aprovechados por organismos oficiales y bancas, etc. Todo esto me iba explicando Carlicos de la ciudad, de su ciudad.

Cuando llegamos encontramos el ambiente habitual de corredores cambiándose y agrupándose. Equipos locales y no tan locales, civiles y militares, vegetarianos y no tan vegetarianos, etc. En definitiva todos deportistas con ganas de cumplir un nuevo reto personal o, simplemente, de pasar un agradable día con la compañía del viento y algunas cuestas. Allí nos reunimos con Luis, nuestro reportero ocasional pero corredor aunque no corra porque sufre, no ya por nosotros, sino por no correr; y Oscar dispuesto a repetir la misma operación que hace tres años y yo a verla venir. Luego me pronuncio sobre ella.

Después de dudar en la zona de vestuarios sobre cuantas capas deberíamos vestir para tratar de engañar al cierzo, creímos oportuno que uno de nosotros se ocupara de solventar este punto y Carlos, siempre tan atento, se ofreció voluntario a sumar las capas de ropa que fueran necesarias por los demás. Creo que llegó a ponerse hasta cuatro veggiesetas una encima de la otra, una por cada uno de nosotros y una por cada cambio de diseño que hemos ido adaptando sobre las mismas.

-¡Tranquilos veggies, frío no pasaréis!!!- nos hacía decir al unísono antes de elaborar este grito de guerra.... algo funcionaba a destiempo y con falta de propiedad, pero volvamos a la crónica de carrera que esta vez iba descansado. Veamos...

Teníamos media hora antes del cañonazo de salida y aprovechamos para calentar y hacer fotos del momento. ¡Vamos, lo típico! me salto esto porque a la vista está y puede resultar un tanto aburrido.

 

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¡BOOOOOOOOOOOOOMMMMMM!!!. Nos colocamos próximos a la línea de salida de manera que luego no tuviéramos que ir adelantando gente y allá que fuímos. Enseguida nos encontramos cómodos y empezamos a correr a ritmo dando una vuelta a la pista y saliendo hacia territorio comanche. Permanecimos los tres juntos (Oscar, Carlos y yo) los primeros tres o cuatro kms y estaba sopesando terminar así la carrera con ellos, pero en uno de esos adelantos en los que pasas a cuarta y derrapas para sortear obstáculos, decidí centrarme en lo que tenía delante y dejar lo que quedaba atrás. Así en progresiva búsqueda de más y más cuestas que me hicieran taladrar el terreno que pisaba, iba levantando polvo y tumbando a mis rivales..... digo, adelantando a otros corredores hasta que, ¡oh!, Oscar me alcanzó como la otra vez y donde la otra vez, casi en lo más alto. Así nos acompañamos un par de kilómetros pero su ritmo en llano me forzaba y quedaba todavía más de la mitad de la carrera. No podía permitirme el lujo de taladrar en cuesta y alargar zancada en llano a la vez. Son movimientos incompatibles que terminan por desmembrarte por algún lado. De hecho ya venía un poco desmembrado pero no es momento para recitar pormenores.

Bien, quede claro que le dejé marchar. De hecho recurrí a esa frase a la que nunca nos gusta recurrir pero que llega un momento en la carrera que no te deja más opción a riesgo de lamentarlo después. "Oscar, tira tú palante", dije en un suspiro con la confianza de que el cierzo no se lo hiciera llegar en tono lamento. Estoy seguro, no, segurísimo de que esto le dió alas. ¡Vamos, que para sacarme cinco minutos cuesta abajo y en los últimos kms de llano podéis inmaginar el subidón que le dió! ¡No cabía en sí después de escuchar cómo su compañero de carrera evidenciaba que no podía seguir su paso!!!! Igual que hace tres años. Igual se puso a mi altura e igual me dejó allí hecho una patata. Bueno, esto me pasa por no entrenar, pero a la siguiente no me voy a dejar, jeje!

Pasado el kilómetro diez la bajada es rápida y pronunciada en su tramo final antes de superar la subida de propina, corta pero que deja sin aliento. Una vez ya en el llano solo quedaba afrontar unos cinco kms por un paseo cómodo junto al Ebro. ¡Cómodo si no se va mal, claro!. En mi caso las piernas dijeron que querían ir con tranquilidad porque la agonía del monótono llano ya no les apetecía. Me costó convencerlas de que no volvieran a las cuestas pero al final lo conseguí. Un suplicio, he de reconocer, pero que cuando te quieres dar cuenta ya está hecho. Zancadas finales y meta. Lo que se pasa por la cabeza en esos últimos kilómetros es lo de siempre; "¡joder,cuánto falta!", "¡uf, estoy hasta los cojones de correr!",etc, etc. Es entonces cuando hay que dejar de correr con las piernas y hacerlo con la cabeza.

Una vez pasada la meta, refrigerio, ducha y reunión. Misión cumplida y a recuperarse.

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OSCAR

Bueno, Javi me dijo que escribiera yo la crónica, pero como le adelanté en la carrera, él se me adelantó en la crónica, ejejej.

Domingo 11 de marzo, el cierzo llamaba a la ventana del hostal con insistencia, de modo que me desperté, me levanté, me puse la ropa de batalla, me puse el dorsal, desayuné 2 batidos de bebida de arroz con chocolate y el membrillo de la ración de combate militar, que fue lo único vegano de tal paquete, expliqué a mi mujer cómo llegar en coche al lugar de la carrera (bastante mal, por cierto, porque no pudo llegar), se hicieron la 9:00 h y abandoné la habitación no sin soltar antes el lastre matutino fruto de los propios nervios pre-carrera.

Al bajar a la calle, allí estaba Luis que sorteando obras y corrigendo magistralmente la ruta me llevó al lugar del acontecimiento. Carlos, Javi y Ana ya estaban allí y tras el calentamiento y la sesión fotográfica (que por cierto: llevo unos pelos que parezco un yeyé) comenzamos a correr.

Soy un hombre tranquilo de donde crece la palma, digo, la naranja y en mi tierra no hay cuestas ni cierzos, sólo llanos y levantes y a veces fuertes ponientes que siempre evitamos. Así que la carrera se avecinaba dura. Me sentía frío, dormido, cier(z)amente sin ganas de correr, pero las primeras cuestas calentaban mis piernas poco a poco.

Poco antes de empezar las subidas más duras Javi pegó un demarraje incontestable y se fue, dejando al trío de los Veggie Runners, que había ido junto durante 3 Km, en un dúo. Javi va muy fuerte, comenté a Carlicos, vete tú si quieres, me respondió. El camino se hacía muy pedregoso y empinado, de manera que poco a poco nos fuimos separando.

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No sería hasta el km 5 que alcancé a Javi, con dificultades y haciéndole la goma cada vez que el terreno se empinaba. Tendré que hacer pesas, pensaba, porque estas piernecicas que tengo no me aguantan las cuestas.

Cuando Javi me dijo lo de tirar p'alante pensé: pero si no puedo tirar más. El viento me frenaba y las cuestas me tiraban para atrás, yo jugaba sucio y buscaba refugio detrás de cualquier corredor que alcanzaba, sobretodo si era corpulento para que me parapetase. Pero al cabo se daba cuenta, se abría y se me ponía detrás. En varias ocasiones jugué a los relevos con otros corredores y con grupitos, como si de ciclistas se tratara, hasta que por fin EL LLANO, mi terreno... y con el viento a favor!. Puse un ritmo creciente, a tren, de rodaje intenso o como se le quiera llamar. La grata sensación de ir adelantando a un largo rosario de corredores en los últimos 5 km que seguro me miraban la espalda y veían: Unión Deportiva Vegetariana.

Las sensaciones del último km fueron las mismas que las de Javi: deseando que acabara ya porque las fuerzas se habían agotado. Llegada a meta con satisfacción, también con dolores y cansancio. Pero sin duda había merecido la pena.

Mención especial a los anfitriones que se portaron de lo mejor, llevándonos, trayéndonos, soportándonos (sobretodo a mí y a mi perrete). Una muy buena acogida: Gracias Luis y Carlos.

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